El patrimonio: entre las comunidades y las políticas públicas

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Escrito por Pablo García Núñez

Publicado en 29 diciembre, 2021

Aunque parece ser un tema de menor relevancia para quienes diseñan las políticas públicas -especialmente en contextos de crisis económica- el patrimonio puede convertirse en un actor protagónico al pensar el papel que debe jugar el Estado en su relación con la ciudadanía.

El patrimonio ha jugado un rol preponderante en la construcción de nuevas identidades, tanto locales como nacionales, que han permitido reconvertir relatos históricos tradicionales, con una mirada distinta y otorgándole un nuevo cariz al rol que juegan varias de las ciudades más icónicas de nuestro país, más allá del rol turístico fuertemente potenciado.

Esto ha ocurrido en el caso de Valparaíso, que de ser una ciudad tradicionalmente portuaria ha pasado a ser una ciudad de gran importancia turística, reforzando su identidad como ciudad cultural y universitaria, de la mano de su relevancia histórica y patrimonial. Sobre este último aspecto siempre está la pregunta en torno a cómo se ha ido construyendo ese relato y qué tan significativo ha sido para las porteñas y porteños.

Lo mismo ocurre con los espacios públicos, en donde hemos visto la recuperación de algunas plazas y miradores, pero que más allá de la mejora del mobiliario y de otros aspectos materiales no han tenido necesariamente un impacto relevante en la utilización que la población hace de ellos. Y aquí radica un tema posiblemente pendiente en torno al rol del patrimonio tanto para Valparaíso como para todo nuestro país ¿Cómo estamos pensando el patrimonio? ¿Desde dónde se diseñan las políticas públicas en este aspecto? ¿Cuál ha sido el verdadero impacto del nuevo giro patrimonial de Valparaíso para sus habitantes?

El patrimonio en nuestro país ha ido de la mano de una nueva institucionalidad desde las políticas públicas y de un interés por la academia sobre el tema, en donde se ha visto la importancia por proteger un patrimonio cuya comprensión ha ido sufriendo modificaciones y que tiende a acercarse más a la cotidianeidad, posiblemente en camino a valorar a los actores involucrados y directamente afectados.

Valparaíso posiblemente se ha transformado en una suerte de caldo de cultivo respecto a qué se debería y qué no se debería hacer en torno a la protección y puesta en valor del patrimonio en nuestro país. El hecho gravitante para la promoción del patrimonio de la ciudad – la declaratoria del casco histórico de la ciudad como Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en 2003 – puso a la ciudad dentro de nuevas rutas turísticas internacionales e incentivó a que la ciudad comenzara a explotar un aspecto que hasta antes del nuevo siglo parecía ser algo más bien accesorio.

Si revisamos cómo se ha ido gestando el cuidado patrimonial en Valparaíso, podemos observar este cambio desde una institucionalidad centralizada y con un relato único oficial, hacia la apertura de nuevas formas de protección e interés por poner en valor a la ciudad y sus barrios de mayor valor histórico. Para esto, es inevitable revisar brevemente la historia de la institucionalidad patrimonial en Chile y su impacto en la ciudad puerto. Nuestro país puede jactarse de contar con una de las legislaciones patrimoniales más antiguas de la región y que ha ido sufriendo perfeccionamientos – algo lentos, pero con cambios significativos – buscando adecuarse a las necesidades de los tiempos.

Tomando en cuenta lo anterior, es fundamental que las personas tomen conciencia de la importancia del patrimonio que los rodea, que lo conozcan, que lo pongan en valor y finalmente que lo den a conocer. Un espacio patrimonial no puede ser pensado para ser cerrado y de difícil acceso, sino que – en línea con una idea de democratización de la cultura y del patrimonio – debe ser conocido por todos, de forma sostenible y amigable con las comunidades que habitan el sector y el entorno próximo.

Por ello es tan importante que la noción de patrimonio sea pensada desde las personas, tomando también en consideración los valores difundidos por la educación cívica y la construcción de valores tan relevantes como la democracia y la ciudadanía, lo que podemos desprender que todos, de una forma u otra, podemos explicar parte de nuestra historia personal, familiar o comunitaria, a partir de estos vestigios heredados del pasado, que hemos de considerar como patrimonio.

Solo en la medida en que se considere a las comunidades, sus características y su identidad, se logrará una identificación con lo que desde la institucionalidad se ha oficializado como patrimonio. En la medida en que difundimos su importancia, consideramos a todos los actores en la revisión y categorización de lo que debe ser valorado como patrimonio y se recogen sus opiniones y visiones sobre el tema, se logrará una identificación de las personas con él, lo que se traducirá en un cuidado y un respeto por su resguardo, como también por despertar el interés de los demás en conocerlo. En esto radica la importancia de las futuras políticas públicas en este ámbito, reconociendo a las comunidades y a cada uno de los actores involucrados en la construcción de una identidad patrimonial que realmente nos incluya a todos.

Autor

  • Pablo García Núñez

    Magíster en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Posgrado en Gestión y Políticas Culturales y Máster en Gestión de Instituciones y Empresas Culturales por la Universidad de Barcelona.

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