Las elecciones democráticas cumplen varias funciones. La más obvia es que permite resolver el recambio de autoridades, también resuelven ajustes al interior de las elites políticas y sus partidos o alianzas, también, como en el caso de nuestras recientes elecciones, sirven para redefinir un proyecto de sociedad hacia el futuro e incluso pueden ser momentos de inflexión que dan inicio a un nuevo ciclo político. El análisis del reciente proceso electoral debe ser examinado dentro del conjunto de procesos electorales desarrollados en los últimos dos años en Chile sin tampoco perder de vista un marco más global. En muchos lugares del mundo la democracia en su forma tradicional parece estar en crisis. La emergencia de líderes populistas de rasgos más o menos autoritarios, un fenómeno que en otro tiempo parecía ser propiamente latinoamericano, ahora registra casos a lo largo y ancho del mundo y da cuenta de una realidad que sin duda ha sido agravada por las consecuencias económicas y sociales de la Pandemia.
Cuestiones Contextuales
En las recientes elecciones pasaron varias cosas sorprendentes, otras no tanto y algunas paradojales. Entre el llamado estallido social[1] entre octubre y enero de 2019 y la Pandemia debimos encarar una avalancha electoral sin precedentes: referéndum constitucional, elecciones municipales, de constituyentes, de gobernadores en dos vueltas, primarias presidenciales, y luego de presidente, senadores, diputados y consejeros regionales. La elección de constituyentes, con paridad de género, cuotas para pueblos originarios y con listas de independientes, generó además un cuadro político excepcional: de un lado la emergencia de una nueva elite, de gestualidad performativa, discursos refundacionales, con intereses más identitarios que ciudadanos ; del otro, la ausencia de mayorías con poder de veto y un retroceso electoral sin precedentes que afectó negativamente en general a la mayoría de los partidos tradicionales (con excepción del Partido Comunista), pero particularmente a los partidos de derecha.
El éxito electoral de los grupos de izquierda que pasaron a hegemonizar la Convención Constituyente generó la imagen de que existía una amplia mayoría ciudadana disponible para acompañar el proceso de transformación que promovían algunos grupos radicales en la calle pero también con resonancias en el Congreso, aun cuando los resultados de las elecciones municipales y de Gobernadores Regionales no evidenciaron en tal sentido una polarización del electorado. Se generó por tanto la falsa imagen de que movilización social y protesta violenta era equivalente a comportamiento electoral. Las primarias de Julio, que se realizaron sin participación de los partidos de la ex – Concertación generaron otra sorpresa: quienes llegaron como favoritos en la derecha y en la izquierda fueron desplazados por políticos emergentes, lo cual fue una significativa señal de (finalmente) un recambio generacional en la política chilena. La última encuesta CEP (octubre) advirtió un cambio de tendencia: el aumento significativo de la demanda por orden. Estas demandas por orden y seguridad fueron contrapuestas a las demandas por cambios radicales; el electorado se polarizó entre un candidato de extrema derecha que recogió naturalmente esa tendencia y otro de izquierda que representó las aspiraciones de transformación del sistema. En ese contexto de polarización, el centro político sufrió un vaciamiento[2] y las dos coaliciones que habían gobernado desde los inicios de la Transición fueron abandonadas por buena parte de sus electores. Ese vaciamiento del centro no era inevitable, ocurrió por la prolongada y sistemática crítica desde los grupos de izquierda más radical a todo cuanto simbolizó los años de la Concertación (no son $30 sino treinta años) y también por la debilidad de la oferta política de los candidatos que debieron representar ese espacio de centro, permeada también por ese tipo de crítica. El ascenso electoral de Kast, tal como la primera vuelta de la presidencial lo confirmó, no debería por tanto haber resultado sorprendente para nadie, salvo tal vez, para los periodistas extranjeros que llegaron a cubrir una elección pensando en reportear la continuidad del fenómeno electoral de la Convención.
Los resultados fueron (esta vez) correctamente anticipados por las encuestas. Sabíamos, con algún pequeño margen de duda, que la segunda vuelta presidencial sería disputada entre Gabriel Boric y José Antonio Kast. Existían más dudas respecto de las posiciones siguientes. Otra pregunta relevante, de cara a la estrategia para el Balotage era con que margen de amplitud en los resultados los candidatos pasarían a la segunda vuelta. No deja de ser curioso que hasta julio, ninguno de estos candidatos estaba en la óptica de nadie como favoritos y particularmente Kast aparecía como un candidato marginal.
Lo sorprendente, pero no tanto
Lo que resultó una sorpresa mayor[3], fue que un candidato ausente de Chile (pero activo en redes sociales) terminara en tercer lugar y con un respaldo cercano al 13 % y que incluso su partido pudiese elegir varios diputados. Parisi ya había obtenido casi 10% en las presidenciales pasadas, pero con una campaña en donde estuvo presente en Chile. Este resultado debería hacernos reconsiderar nuestra mirada sobre normas y condiciones de nuestros procesos electorales al menos en dos sentidos: En primer término la pregunta sobre si eventualmente es pertinente establecer restricciones legales respecto de temas como presencia en el país o situaciones judiciales no resueltas, tema que no es simple de resolver porque la Ley Electoral no puede ponerse en todos los casos y el problema es como podríamos definir y que tan extensa podría ser una lista de restricciones. Es evidente que el tema no es solo legal, sino también ético. El caso de Parisi contrasta con otro caso en donde el tema ético-legal si tuvo efectos electorales: la candidatura senatorial de Karina Oliva. En este caso, la dimensión ética si influyó en la decisión de los electores, pero es evidente que no ocurrió en el caso de Parisi. El caso de Karina Oliva a su vez, pone en evidencia la necesidad por parte del SERVEL de actualizar las normas que regulan tiempos, gasto y financiamiento de campañas porque resulta evidente que las normas aprobadas en 2017 son insuficientes. En segundo término, es necesario reflexionar sobre los efectos de una campaña que se desplegó básicamente en redes sociales.
El rol de las redes sociales como medio no es una novedad, pero hasta hace poco no nos parecían decisivas para los resultados electorales[4]; aun así, ya existía evidencia de que pueden ser decisivas. El impacto de la intervención de la empresa Cambridge Analítica en la elección de Donald Trump así lo demuestra. Pero en el caso de Parisi y su candidatura no se debe caer en el error de que es solo un tema de TICs. El Partido de la Gente, se fundó en 2019 y fue legalizado en Julio del 2021 mediante las firmas correspondientes, pero en su núcleo y en sus redes ya existía desde la presidencial del 2013 y Parisi de una manera u otra, siempre se las ingenió para ser candidato a algo, generando alternativamente vínculos con diversos grupos políticos[5]. El Partido que finalmente sirvió de plataforma a su campaña presidencial se define como «Partido ciudadano, independiente, regional, transversal, sin ideologías políticas y autofinanciado. Somos el poder de la Gente«[6] la declaración de principios recoge 15 puntos. Se declara “de centro y transversal” que aspira «a poner la política al servicio de las personas». El punto 9 hace referencias específicas al tema de la ética y el doce a una economía libre y al emprendimiento. Es decir hay un conjunto de proposiciones muy genéricas en donde cualquier persona puede encontrar algo que le haga sentido, pero que enfatiza un tipo de discurso orientado hacia grupos aspiracionales. En el ámbito académico, salvo datos muy genéricos, no sabemos mucho acerca del tipo de votante del PDG, pero se trata de personas sensibles al tema de la inmigración (lo que podría explicar los resultados en las tres regiones del norte), que se sienten distantes de la política partidaria (lo cual es una paradoja) y que sienten que el gobierno y la clase política no se hace cargo de sus problemas. Como en otros casos de populismo, la propaganda contiene un discurso anti-elite (Bad Boys: Los que incomodan a la élite)[7] , hecho que no debería resultar sorprendente considerando la amplia desconfianza en los partidos políticos[8]
Tratando de explicar resultados y tendencias
Los resultados electorales confirmaron el cierre de un ciclo: La tendencia iniciada por las elecciones para Constituyentes que terminaron por confirmar el desplome electoral de partidos que, desde la Transición, dominaron tanto el Congreso como las elecciones presidenciales. El cambiodel sistema binominal (que no era un sistema mayoritario, pero que generaba efectos mayoritarios al concentrar escaños en las dos primeras mayorías relativas) limitó la competitividad en el sistema de partidos. Su reemplazo ha generado una considerable fragmentación en el sistema de partidos, también una sorprendente proliferación de candidaturas de independientes, pero tal vez lo más preocupante es que partidos históricos como el PDC y el PPD han quedado muy cerca de la barrera del 5% que conduciría a su disolución legal. Las recientes elecciones marcaron muy probablemente el cierre de otro ciclo: El de las expectativas de un cambio radical mediante el recurso a la violencia que se inició en octubre del 2019[9], que no debe confundirse necesariamente con el fin del ciclo de las movilizaciones de protesta, tal como se derivan de los datos sobre descontento social en Chile expuestos en Latinobarómetro[10].
Otro elemento que resulta relevante es la baja participación electoral (47,3 %) que ya se ha hecho estructural. 3.250.438 personas no votaron por ninguno de los candidatos que pasarían a la segunda vuelta. Se contabilizaron casi 30 mil blancos y 57 mil nulos. El 52,67% del padrón electoral no votó. No solo los niveles de participación en los últimos procesos electorales han fluctuado mucho (Desde 50,9 % en el Plebiscito para la Constituyente hasta casi 20% en la segunda vuelta de Gobernadores Provinciales, pero también con Primarias Presidenciales (Julio) con una participación de 21% , la más alta desde que existen). También los electores han tenido un comportamiento disperso que dificultan los pronósticos. Diversos grupos de votantes jóvenes han entrado y salido de los procesos electorales y contra lo que se podía suponer, que dado el grado de polarización en esta elección presidencial y las condiciones sanitarias asociadas a la Pandemia permitirían una mayor participación electoral, particularmente de grupos de votantes tradicionales, esto finalmente no ocurrió. Mientras Boric concentraba preferencias entre votantes jóvenes, Kast lo hacía entre mayores de 50.
Hay otro aspecto de este proceso que también merece atención. Las elecciones de diputados y senadores arrojaron resultados casi similares: un virtual empate entre izquierda y derecha lo cual representa un efecto ambivalente. En efecto, con esa distribución, sea quien sea quien gane la segunda vuelta, estará obligado a negociar sus programas para poder transformarlos en leyes y políticas públicas, lo cual obligaría a los actores políticos a actuar con mayor moderación y menos maximalismo, además en un contexto que sin duda mantendrá una alta polarización. El efecto negativo es que también se hará más difícil la gobernabilidad del sistema.
Los resultados electorales en síntesis muestran resultados ambivalentes. De un lado, resulta preocupante que en un contexto global de debilitamiento de la democracia (los ejemplos son múltiples y diversos)[11], nuestra democracia sigue exhibiendo fragilidades evidentes: Baja participación, poderes públicos con bajos niveles de confianza pública, partidos políticos débiles y fragmentados. Por otra parte, podríamos considerar como positivos el hecho de que ni Kast ni Boric hayan alcanzado un porcentaje de votos que les asegure resultados en la segunda vuelta. Lo que hemos visto en estos días de post-elección, es que la necesidad de conseguir nuevos aliados ha llevado a ambos candidatos a expresarse con moderación. En este sentido Gabriel Boric, en un espacio político marcado por mayor heterogeneidad que el de su contrincante, ha hecho esfuerzos evidentes por distanciarse de posiciones más radicales, acercándose a la antes despreciada ex Concertación y hablando ahora a los chilenos y chilenas y no solo a sus partidarios. Kast también ha hecho esfuerzo por distanciarse de los más radicales de su propio campo (Kayser) para cooptar a los votantes de Sichel y eventualmente a otros grupos fuera de la Derecha.
Evidentemente para gobernar se requieren mayorías y las elecciones se ganan en el centro. Para ganar, a los candidatos les falta aun convocar a entre 1,5 y 1,7 millones de electores respectivamente. Las estimaciones de los comandos es que la diferencia en los resultados finales no serían superiores a los 30.000 votos, pero el sistema presidencial tiene también algo de juego + 0: el ganador se lleva casi todo : El control del Poder Ejecutivo, aunque ahora en un contexto de mayor incerteza respecto del período, como consecuencia de lo que la Constituyente defina; por tanto, también debemos mirar lo que ocurre con nuestra Convención, cuyos miembros sin duda deberán tomar en consideración este nuevo escenario político que ya no permitirá ni ampliación de los plazos, ni devaneos maximalistas ni plebiscitos dirimentes. En el conjunto, estas condiciones deberían inducir a una mayor moderación en nuestro polarizado escenario político, tanto más necesaria cuanto, los efectos agregados de la Pandemia nos han legado condiciones de mucha fragilidad en nuestra economía. Tampoco se puede obviar que en el tipo de procesos políticos como los que viviremos a partir de Diciembre hay una línea tenue entre negociación y bloqueo de procesos decisorios (un sistema de veto múltiple). Resulta evidente que estamos en un punto de inflexión con oportunidades, riesgos y grandes desafíos.
[1] Sobre este tema existe una extensa literatura con orientaciones ideológicas y formatos muy diversos (ensayo, testimonios, análisis sociológico entre otras). Entre ellas (en una lista no exhaustiva): Ugalde, Schwember, Verbal y otros: El Octubre chileno, Jouannet, A. Golpe al Estado. El Octubre Chileno. Poduje, I. Siete Kabezas , Peña, C. Pensar el Malestar . La crisis de octubre y la cuestión constitucional. Contardo O. Antes de que Fuera Octubre. De laFuente y Mylnarz. El Pueblo en Movimiento. Del Malestar al Estallido Ruiz, Carlos: Octubre Chileno. La Irrupción de un Nuevo Pueblo
[2] Respecto del uso de este término, queremos indicar aquí dos efectos : a) Que , tal como lo señala Camilo Escalona, en una entrevista reciente en El País que una parte de votantes históricos de sectores populares de la ex – Concertación migraron hacia Kast y que los partidos que históricamente representaron posiciones de centro izquierda dentro de la Concertación / Nueva Mayoría como el PDC o el PPD salieron muy debilitados de la elección parlamentaria y de Cores, tanto que quedaron muy cerca del límite del 5% que es una de las causales de su disolución legal
[3] Incluso esto no debería haber sido una sorpresa, Al menos una de las últimas encuestas recogió el dato del ascenso electoral de Parisi pero este dato se diluyó tanto por la pérdida de confianza en las encuetas ( por fracasos anteriores), como por los reportes de prensa que se concentraron solo en la ausencia de Parisi, sus reiterados y fallidos anuncios de regreso y sus problemas judiciales. También ponen en evidencia que la norma legal que prohíbe publicar encuestas en la fase final de la Campaña, no genera ningún tipo de beneficios al desarrollo de los procesos electorales
[4] M según los datos del Latinobarómetro (2020) En Chile , 32% de los encuestados opina que las redes sociales no sirven para participar y el 26 % opina solo crean una ilusión del participación, en tanto que solo el 18 % opina que son importantes para participar. Para una descripción de contenidos de campaña del PdG vid entrevista a Juan Marcelo Valenzuela . Vocero de prensa del PdG en :
[5] En 2012 lanzó su precandidatura como independiente a la presidencial del 2013, planteando la posibilidad de participar en unas «primarias independientes» junto a M.E. Ominami que no prosperó. Un sector del Partido Regionalista Independientes (PRI) intentó que el partido apoyara a Parisi, pero dicho partido finalmente llevó como candidato a Ricardo Israel. A principios de junio de 2013 anunció la recolección de más de 50 mil firmas, que le permitieron inscribir su candidatura ante el SERVEL . En la elección alcanzó el cuarto lugar (entre nueve postulantes) con un 10,11% de las preferencias. Parisi anunció en marzo de 2015 una posible candidatura independiente a la presidencia del país para la elección de 2017, obteniendo el apoyo del partido Democracia Regional Patagónica. Sin embargo, en agosto de 2017 bajó su candidatura presidencial, y anunció una candidatura al Senado, la cual tampoco prosperó, dado que el partido no pudo constituirse legalmente.En 2019, Raúl Meza (abogado de los militares presos en Punta Peuco) buscó convencerlo para que asumiera el cargo de vicepresidente y director del área económica del partido Fuerza Nacional. A fines de ese año, en medio del estallido social, apareció en algunas encuestas de opinión liderando la intención de voto para la elección presidencial de 2021, Fue uno de los fundadores junto con Gino Lorenzini del Partido de la Gente, un partido político que surgió del movimiento Poder de la Gente relación que como se sabe, se fracturó rápidamente y en donde Parisi termino como “accionista mayoritario” (paráfrasis de Pepe Auth )de esta organización.
[6] Web del PDG https://pdgchile.cl/
[7] https://www.facebook.com/pdgchile/
[8] Según la encuesta Latinobarómetro , Chile y Perú son los casos que registran mayor desconfianza en los partidos (7 %) entre los 18 países encuestados (13% promedio de la Región. La encuesta CEP (abril de 2021), el 41% de la población no se declara ni de izquierda ni de derecha y la confianza en los partidos políticos está em el último lugar del ranking de instituciones (4%, pero en Dic de 2019 llegó a estar en un 2%) Vid https://www.latinobarometro.org/lat.jsp
[9] Por razones de extensión no podemos abordar aquí en profundidad este tema y el de las demandas por seguridad, porque es un fenómeno múltiple y complejo que no se limita a las expresiones violentas asociadas a las protestas, también esta el tema de la Araucanía y el tema de la violencia delictual que se ha hecho endémico en los sectores populares de las grandes ciudades, pero respecto del cual es posible constatar dos hechos : 1) El Estado ( y no solo el actual Gobierno ) ha sido incapaz de resolverlo 2) Los grupos de izquierda históricamente no han tenido la capacidad de generar respuestas a este tipo de hechos porque tienden a empatizar con estas expresiones de violencia asociándolas a una respuesta ante lo que se entiende como una acción represiva del Estado. Solo en estos días y ante la evidencia lapidaria de los resultados electorales de primera vuelta se ha producido un giro respecto de este punto en la candidatura de Gabriel Boric.
[10] Sobre el futuro del “Octubrismo” vid . la entrevista al Sociólogo Carlos Ruiz en La Tercera 28.11.21
[11] El apoyo a los regímenes democráticos alcanzó un máximo en 2010, del 63 %, tras lo cual inició una década de descenso generalizado hasta llegar a un 49% de aprobación en el año 2020. Desde 2013 viene subiendo la insatisfacción con la democracia del 51% al 70% en 2020 después de alcanzar su punto más alto en 2018 con un 72%. . Fuente Latinobarómetro