Dentro de la historiografía, la historia ambiental es una rama emergente que trae consigo perspectivas novedosas que permiten ampliar el rango de visión y comprensión del desarrollo de la historia en el mundo. En la presente columna se examina qué es la historia ambiental y cuáles son sus objetos de estudio, para luego realizar una revisión del desarrollo general de la historia ambiental en América Latina y sus posibles proyecciones hacia el futuro.
¿Qué es la historia ambiental?
Lo que se podría pensar al escuchar las palabras historia ambiental probablemente lleve a pensar en la historia de la naturaleza, las eras geológicas, los dinosaurios y cualesquiera sean los otros temas que desarrollan las ciencias para explicar el origen de nuestro mundo y del ser humano. Sin embargo, la historia ambiental, en palabras de John McNeill, se encarga del estudio de “la historia de las relaciones mutuas entre el género humano y el resto de la naturaleza”[1]. Por tanto, la historia ambiental explora diversos ámbitos que amplían las perspectivas de estudio dentro de la historiografía. Por ejemplo, para el tema de la conquista española de América Latina, el enfoque de la historia ambiental podría ayudarnos a analizar los efectos ambientales de dicho proceso[2]. Cabe destacar que la historia ambiental no está subordinada a otras ramas de la historiografía más robustas; por el contrario, se propone estudiar las experiencias ocurridas en el pasado en su propio mérito, y por lo mismo se propone comprender el panorama general del contacto entre el humano y el medioambiente.
A pesar de este aporte novedoso, la historia ambiental es un terreno en el que los historiadores requieren alejarse de su matriz disciplinaria propia y, dependiendo de cada caso, aplicar metodologías y prácticas de otras disciplinas y ciencias que estudian el medioambiente y al ser humano, como la geografía, la sociología, la ecología, la antropología, la biología, entre otros[3]. Es decir, si un historiador pretende realizar un estudio de los efectos de la introducción de especies invasoras en América Latina durante el siglo XIX, no solo debe estudiar el proceso histórico de la introducción de la nueva especie, sino que también debe conocer los procesos biológicos y ecológicos que sufre el medioambiente por la introducción de una especie invasora. Un excelente ejemplo de este tipo de investigación es la que realizaron Pablo Camus, Sergio Castro y Fabián Jaksic, donde analizaron los efectos de la introducción del conejo europeo (O. cuniculus) en Chile[4].
En consecuencia, un historiador debe armarse con nuevos artilugios para enfrentarse a la historia ambiental y su evidente carga interdisciplinaria para ser desarrollada de manera oportuna. Por lo tanto, esta línea de investigación se presenta como un desafío novedoso para los historiadores, haciéndoles observar más allá de lo que la tradición de su disciplina les ha enseñado y, a su vez, retroalimentando hacia las disciplinas de las que se nutre su estudio[5].
La historia de la historia ambiental
Dentro del desarrollo histórico de la historia ambiental, es posible encontrar diversos vestigios intelectuales que han nutrido las raíces de su crecimiento, pero que no necesariamente constituyen trabajos de historia ambiental en completo rigor. Las pistas nos llevan hasta el siglo XIX, con el libro Man and Nature de George P. Marsh (1864). En el contexto de las civilizaciones grecorromanas del Mediterráneo occidental, Marsh aseguraba que el desgaste del suelo por la excesiva deforestación y la ocupación de tierras para cultivar había destruido la fertilidad natural del suelo, lo que llevó al colapso de estas civilizaciones[6].
Este libro sirve como hito para comprender las bases que en el futuro tomará la historia ambiental. Lo principal viene a ser la revolucionaria propuesta del autor frente a las creencias de su época, instaurando la idea de que el ser humano sí afectaba al medioambiente y que, si su intervención en este era desmedida, muy probablemente solo llevaría a la autodestrucción de la civilización.
Asimismo, resulta preciso traer a colación a autores de la primera mitad del siglo XX que aportaron no solo a la historia ambiental, sino que a toda la historiografía. Autores como Frederick Jackson Turner, Walter Prescott Webb, Fernand Braudel y Lucien Febvre, entre otros. Todos ellos proponen un componente común que es crucial para las futuras generaciones de historiadores, como es la interdisciplinariedad. Este factor produjo no solo una revolución en el estudio historiográfico, sino que también trajo consigo nuevas perspectivas y metodologías al momento de analizar la historia, ya sea desde las ciencias sociales, como la economía o la sociología (Turner) o fuertemente influenciados por la geografía (Annales)[7].
A pesar de todos los aportes directos e indirectos previos, el movimiento ecológico popular de fines de las décadas de 1960 y 1970 fue clave para impulsar la creación de la historia ambiental como un campo autosuficiente en Europa y Norte América. Asimismo, este movimiento incentivó a investigadores de otras latitudes —Latinoamérica, India y China— a tomar una perspectiva ambiental en sus trabajos[8]. Este primer impulso impregnó a autores como William Cronon, Donald Worster y Arthur McEvoy con una característica motivación moral en la creencia de aportar una historia que terminó siendo útil para las personas en la actualidad[9]. En efecto, los primeros autores que se acercaron a la historia ambiental y, también, a la historia ambiental de América Latina eran principalmente estadounidenses y europeos, lo que llevó a que el enfoque predominante tuviese relación con la idea de la explotación y destrucción de los ecosistemas producto de los procesos colonialistas e imperialistas.
Para autores como Donald Worster y Alfred Crosby la economía jugaba un papel importante para explicar las acciones del humano sobre la naturaleza a través del tiempo, lo que Mark Carey llama “la narrativa decadentista”, también conocida como “materialista”[10]. A pesar de ello, la visión materialista de la historia ambiental en América Latina no era la única. Autores como William Cronon y Richard White promovieron una historia cultural del medioambiente que tomaban a las personas como potenciales de cambio histórico, la llamada “perspectiva idealista”[11]. A diferencia de Worster y Crosby, no pensaban que los humanos estaban controlados por una fuerza superior que era actora del cambio —como el progreso económico, por ejemplo—[12]. Es decir, el decadentismo materialista abogaba por estudios de mayor magnitud, de grandes procesos, al estilo de la escuela de los Annales. En cambio, la perspectiva idealista consideraba al ser humano como un factor necesario para comprender la historia ambiental, lo que obligaba a su vez al historiador ambiental a tomar en cuenta aspectos como lo social, el género, el trabajo y la ciencia, entre otros aspectos.
El debate inicial que sostuvieron los primeros historiadores ambientales impulsó la exploración de nuevos enfoques de estudio, integrando las perspectivas de otras ramas de la historiografía. Lo que ha permitido analizar procesos históricos desde una óptica ambiental que ha recibido un análisis limitado. Este nuevo enfoque desarrollado por autores como Mark Carey y Linda Nash, llevó a los historiadores ambientales a no solo entender como se estudia la historia desde otras ramas de su disciplina, sino también a comprender el enfoque interdisciplinario que ya presentaban los Annalistes y Turner, la ciencia, la geografía, la sociología, la economía y la política se convirtieron en pilares fundamentales para que los historiadores comprendieran sus fundamentos y entendieran cómo estas disciplinas también comprenden al medioambiente[13].
En el caso latinoamericano, la historia ambiental sigue en un estado de desarrollo inicial producto de que este enfoque se comenzó a adoptar hace tan solo unos veinte años[14]. Debido a que la historia ambiental en América Latina está en un estado de “niñez” el futuro se ve prometedor para los historiadores ambientales, aunque también se presenta como un gran desafío. Como indica Claudia Leal, nuevas perspectivas pueden configurarse para ampliar y perfeccionar la historia de América Latina[15]. Hay todo un mundo de historia por desenterrar, desde la visión del mundo precolombina sobre la naturaleza, hasta los efectos y las transformaciones que generó el cambio climático en el territorio. Y así, el gran desafío de los historiadores ambientales que deseen estudiar la región de América Latina está en ampliar las barreras de la historiografía tradicional e implementar nuevas metodologías y perspectivas de estudio para hacer una historia más completa en esta región.
[1] John R. McNeill. “Naturaleza y cultura de la historia ambiental”. Nómadas (Col), n°22 (2005): 13, https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105116726002.
[2] Mark Carey, “Latin American Environmental History: Current Trends, Interdisciplinary Insights, and Future Directions”, Environmental History Vol. 14, n°2 (2009): 221 – 226, https://doi.org/10.1093/envhis/14.2.221.
[3] Andrew C. Isenberg, “Introduction: A New Environmental History”, en The Oxford Handbook of Environmental History, ed. por Andrew C. Isenberg (Oxford University Press, 2014), 1 – 9, https://doi.org/10.1093/oxfordhb/9780195324907.001.0001.
[4] Véase: Pablo Camus et al., “El Conejo Europeo en Chile: Historia de una invasión biológica”, Historia (Santiago) Vol. 41, n°2 (2008): 305 – 339 https://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942008000200001.
[5] Claudia Leal, “Agudizar la mirada colectiva, el gran desafío de la historia ambiental latinoamericana”, Historia y Sociedad Vol. 36 (2019): 246 – 248, http://dx.doi.org/10.15446/hys.n36.71970.
[6] George P. Marsh, Man and nature, or, Physical geography as modified by human action (Sampson Low, Son and Marston, 1864), Vol. 1, https://www.environmentandsociety.org/sites/default/files/key_docs/bub_gb_ilrpl03-s3qc.pdf.
[7] Andrew C. Isenberg, “Introduction: A New Environmental History”, en The Oxford Handbook of Environmental History, ed. por Andrew C. Isenberg (Oxford University Press, 2014), 3 – 4, https://doi.org/10.1093/oxfordhb/9780195324907.001.0001.
[8] John R. McNeill. “Naturaleza y cultura de la historia ambiental”. Nómadas (Col), n°22 (2005): 15, https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105116726002.
[9] McNeill, “Naturaleza y cultura de la historia ambiental”: 16.
[10] Mark Carey, “Latin American Environmental History: Current Trends, Interdisciplinary Insights, and Future Directions”, Environmental History Vol. 14, n°2 (2009): 222, https://doi.org/10.1093/envhis/14.2.221.
[11] Andrew C. Isenberg, “Introduction: A New Environmental History”, en The Oxford Handbook of Environmental History, ed. por Andrew C. Isenberg (Oxford University Press, 2014), 8 – 9, https://doi.org/10.1093/oxfordhb/9780195324907.001.0001.
[12] Ibid.
[13] Andrew C. Isenberg, “Introduction: A New Environmental History”, en The Oxford Handbook of Environmental History, ed. por Andrew C. Isenberg (Oxford University Press, 2014), 10 – 14, https://doi.org/10.1093/oxfordhb/9780195324907.001.0001.
[14] John R. McNeill. “Naturaleza y cultura de la historia ambiental”. Nómadas (Col), n°22 (2005): 16 – 18, https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105116726002.
[15] Claudia Leal, “Agudizar la mirada colectiva, el gran desafío de la historia ambiental latinoamericana”, Historia y Sociedad Vol. 36 (2019): 247 – 248, http://dx.doi.org/10.15446/hys.n36.71970.