Un breve acercamiento al conflicto histórico entre China y Taiwán

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Publicado en 5 diciembre, 2023

La compleja relación triangular entre China, Taiwán y Estados Unidos se remonta a los días de la Guerra Civil China, cuando Kuomintang, Partido Nacionalista Chino, luchó contra el Partido Comunista Chino por el control de China[1]. Desde 1949, con la derrota de los nacionalistas, han existido dos gobiernos rivales: Taiwán, que ha sido gobernada independientemente de China continental, frente a la República Popular China, quien considera a la isla como una provincia, afirmando, tras un acuerdo de Consenso en 1992, que sólo existe “Una China”[2] y que Taiwán “es una parte inalienable de ella”[3]. A partir de esto, el conflicto se desenvuelve en legitimar si Taiwán es un Estado-Nación independiente, o si es simplemente parte de China. Aquel desacuerdo sobre la identidad de Taiwán se encuentra en el centro del conflicto, siendo lo que terminará por diferenciar a Taiwán de las relaciones de China con otros estados de Asia Oriental[4].

Desde entonces, las relaciones a través del Estrecho han permanecido tensas, llenas de amenazas y enemistad, manteniendo una clara provocación que atenta contra la soberanía de la isla. Taiwán ha optado por equilibrar el poder de China alineándose con Estados Unidos para evitar una derrota que lo conlleve a su sometimiento o destrucción. Lo interesante radica en que en 1979 Estados Unidos apoyaba la política de “Una sola China” pero, poco después, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la Ley de Relaciones con Taiwán, afirmando la conformación de lazos no oficiales. Esta nueva postura provocó que Taiwán sea un aliado informal de Estados Unidos, siendo este último un ente crucial que se opondría a cualquier medida que atentara contra el statu quo en el Estrecho de Taiwán, comprometiéndose con la seguridad de la isla[5].

Tal escenario ha generado que las relaciones políticas y económicas entre Estados Unidos, Taiwán y la República Popular de China sean cruciales para el equilibrio de poder. Para el gobierno chino, la reunificación con Taiwán representa un punto esencial de su proyección geopolítica, como también un acto simbólico de poder, donde uno de sus objetivos centrales es que para el año 2049 se logre rotundamente la “reunificación completa de China”, dejando atrás el “siglo de la humillación nacional” (1839-1949)[6]. Existen precedentes históricos que motivan dicho objetivo, provenientes de la reintegración relativamente exitosa de Hong Kong en 1997 y Macao en 1999, logrado por el estatuto de Regiones Administrativas Especiales, bajo el modelo de “un país y dos sistemas”[7]. Esto debiese atraer a Taiwán, pero de no hacerlo, China no ha descartado la posibilidad de recuperar a Taiwán de manera militar. Cabe mencionar, que Taiwán también ha sido históricamente de importancia estratégica durante la época de la Guerra Fría, como una parte integral de la contención contra la difusión del comunismo, siendo un ente elemental en la planeación geopolítica de los Estados Unidos, ya que se convirtió en un escudo contra la “China Roja” y el comunismo en general[8].

Actualmente, la relevancia de Taiwán para los Estados Unidos radica también en su posición geoestratégica, ya que le permite mantener su hegemonía en la región del Asia-Pacífico. El valor geoestratégico de Taiwán se explica debido a que “es un arco que se extiende desde las Aleutianas en el norte hasta Borneo en el sur, bloqueando el Mar Amarillo, el Mar de China Meridional y el Mar de China Oriental”[9]. Para Estados Unidos controlar dicho arco significa obstruir la expansión potencial de China desde sus costas hacia el Pacífico. Aquel interés de poder hizo que el gobierno estadounidense mantuviese la alianza informal, comprometiéndose con el problema de Taiwán y con el statu quo en el Estrecho. Por su parte, la relación entre China y Estados Unidos ha representado una reconfiguración geopolítica regional y global que incide en la estructura de la economía internacional. Según el paradigma neorrealista, una ganancia para China resultaría en una pérdida para el gobierno norteamericano, por lo que su ascenso desafiaría los intereses de Washington en el este de Asia. De esta manera, el gobierno estadounidense se arriesga a que la ambición estratégica del gobierno chino lleve a este último a convertirse en una potencia hegemónica, socavando el poder norteamericano en el sistema internacional.

En dicho marco, el ascenso de China no sólo incluiría el poder económico y político, sino que también la mejora en sus capacidades militares, haciendo que otros actores, como Estados Unidos y Taiwán, se sientan menos seguros y amenazados. Además, cabe agregar que, si Taiwán estuviera bajo el dominio chino, China conseguiría un control gigantesco sobre una de las rutas comerciales marítimas más concurridas de todo el planeta[10]. La paz entre los actores se entiende más bien como una regulación constante del equilibrio de poder entre estos, quienes pueden recurrir tanto a medios externos (alianzas o coaliciones internacionales) como a medios internos, tales como la movilización de recursos a través de los cuales se busca reforzar la seguridad. En este caso, Taiwán, para asegurar su posición, ha reforzado el asociarse con aliados internacionales, tanto desde un punto económico como militar. Por ejemplo, ha vuelto a estrechar vínculos con Occidente, pidiendo adherirse al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP) en el 2021, y negociando acuerdos de libre comercio con Estados Unidos. Su objetivo no es la difusión ideológica, sino que enfrentar el creciente poderío económico, político y militar de China en la zona geopolítica del Asia-Pacífico.

El gobierno norteamericano es un factor decisivo en el equilibrio externo. Para China, Taiwán constituye una posibilidad de maximizar sus capacidades, tanto armamentistas como económicas para su proyección geopolítica[11]. A su vez, es relevante destacar que la industria taiwanesa ha tenido grandes éxitos en los últimos años, siendo el epicentro mundial de la fabricación de chips avanzados, un elemento clave para la industria tecnológica e industria militar. Por lo mismo, la ocupación de Taiwán por parte de China representa la posibilidad de apropiarse de una de las industrias y tecnologías más importantes del mundo, logrando ser el líder mundial de chips avanzados.

El propio gobierno de Tsai-In-Weng, considera que hoy por hoy, esta dependencia internacional de los chips es la mejor garantía para la supervivencia de Taiwán, pero se sabe que quien domine el mercado de chips, tendría la supremacía tecnológica y también militar, siendo para las dos superpotencias un asunto de supervivencia, por ello, el interés repentino hacia Taiwán. En este escenario, han ocurrido diferentes situaciones que han generado repercusiones en los gobiernos involucrados. Por ejemplo, la parlamentaria norteamericana, Nancy Pelosi, visitaría Taiwán en 2020, reuniéndose con los mandamases de TSMC (Taiwán Semiconductor Manufacturing Company Limited), el mayor fabricante de chips del mundo; al mismo tiempo que el senador por Massachusetts, Ed Markey, se reuniría con uno de los responsables de la empresa para discutir inversiones y formas de mejorar la cadena de suministros de chips. Tales encuentros generarían tensión entre los gobiernos involucrados, particularmente con el gobierno chino de Xi Jinping. El líder chino consideraría dichas visitas como una provocación, al ser considerados como una injerencia en asuntos internos y una muestra de apoyo a Taiwán, condenado a la Isla con ejercicios militares y con amenazas de una posible guerra asimétrica.

Finalmente, al mismo tiempo que China desea llevar a cabo su reunificación, Estados Unidos implementa mecanismos de balanceo de poder en contra el auge del país asiático, a través de tratados de libre comercio, como el Acuerdo Transpacífico (aunque abandonado con la llegada al poder de Trump), el refuerzo de alianzas tradicionales y la creación de nuevas relaciones en la zona del Asia Pacífico. Este interés resulta fundamental para aumentar las zonas de influencia y la seguridad de cada potencia, y como factores disuasivos que condicionan la capacidad de enfrentamiento entre dos Estados, o al menos, inciden en que una situación de conflicto bilateral no escale a una situación de crisis regional multilateral. Las administraciones tanto de China como de los Estados Unidos a menudo enfatizan participación positiva y diálogos que conducen a la comprensión mutua. Si bien, la situación política en el Estrecho de Taiwán está lejos de ser resuelta, el conflicto militar entre China y Taiwán si ocurriera, muy probablemente conduciría a un serio conflicto político y potencialmente militar entre Estados Unidos y China, al ser Taiwán un actor con importancia elemental debido a su ubicación geográfica y desarrollo económico, un punto provechoso y ventajoso.


[1] Ramírez, Carolina; Praj, Dusan; Acosta, Jorge-Andrés, “La relación triangular entre China, Taiwán y Estados Unidos en el periodo 2008-1018”, URVIO, Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad. No. 30, 2021

[2] Íbid

[3] Albert, Eleanor, “China-Taiwan Relations”. CFR, Council Foreign Relations, Backgrounders, 2016.

[4] Kuntic, Dario, “The Ominous Triangle: China-Taiwan. The United States relationship”, CIRR XXI (72), 2015.

[5] Ramírez, Carolina; Praj, Dusan; Acosta, Jorge-Andrés, “La relación triangular entre China, Taiwán y Estados Unidos en el periodo 2008-1018”, URVIO, Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad. No. 30, 2021

[6] Thierry, Balzacq; Dombrowski, Peter; Reich, Simon, “Comparative Grand Strategy: A Framework and Cases”, Reino Unido, 2019.

[7] Ramírez, Carolina; Praj, Dusan; Acosta, Jorge-Andrés, “La relación triangular entre China, Taiwán y Estados Unidos en el periodo 2008-1018”, URVIO, Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad. No. 30, 2021

[8] Kuntic, Dario, “The Ominous Triangle: China-Taiwan. The United States relationship”, CIRR XXI (72), 2015.

[9] Ibid.

[10] Gutierrez, Fernando; Mijares, Álvaro, “Los 5 motivos que explican la obsesión de Xi Jinping con Taiwán” VisualPolitik

[11] Mearsheimer, John, “Can Chise Rise Peacefully?”, The National Interest: 1-40, 2014. Se puede establecer que dicha estrategia no es ideológica, ya que el hecho que China sea comunista no ha representado ningún obstáculo para que Estados Unidos y sus empresas inviertan en el país.

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