El retroceso de las izquierdas en el mundo ha sido un fenómeno que ha generado gran interés y preocupación en el ámbito político. Para comprender este proceso, es crucial examinar una serie de factores contextuales que han contribuido a esta tendencia. Uno de los elementos destacados es la desconexión de los partidos de izquierda con los problemas y preocupaciones de la clase trabajadora. En Europa, en particular, se ha observado cómo algunos partidos de izquierda han ampliado su agenda hacia cuestiones sociales y culturales, descuidando su enfoque tradicional en asuntos económicos y laborales. Esto ha llevado a una pérdida de apoyo por parte de su base tradicional, como se ha evidenciado en el caso del Partido Laborista en el Reino Unido, donde ha sido criticado por alejarse de sus raíces sindicales y su compromiso con la justicia social.
Otro factor crucial que ha contribuido al retroceso de las izquierdas es la falta de una narrativa coherente y atractiva que resuene con los votantes. En muchos casos, los partidos de izquierda han tenido dificultades para presentar una visión convincente y clara sobre cómo abordar los desafíos económicos y sociales actuales. Esta falta de claridad ha llevado a los votantes a percibir una ausencia de soluciones viables y, como resultado, han optado por buscar alternativas políticas. Además, el auge de movimientos populistas de derecha ha ejercido una influencia significativa en el retroceso de las izquierdas ya que estos movimientos han logrado atraer a votantes que anteriormente podrían haber respaldado a los partidos de izquierda, mediante la focalización en temas como la inmigración, la seguridad y la preservación de la identidad nacional. Al movilizar a sectores de la sociedad descontentos con el statu quo político, los movimientos populistas de derecha han generado una competencia más feroz para los partidos de izquierda, quienes han perdido parte de su base electoral como resultado. Un ejemplo de este fenómeno es el ascenso del partido Alternativa para Alemania (AFD), que ha logrado atraer a votantes insatisfechos con la política de inmigración y la integración europea, en detrimento de los partidos de izquierda.
Cabe destacar que estos factores mencionados son solo algunas de las posibles razones del retroceso de las izquierdas en el mundo, y que la dinámica política varía en diferentes países y contextos. Y en ese sentido la situación americana no dista de lo que ocurre en el mundo en cuanto pérdida de adherentes por parte de los partidos de izquierda, sin embargo, por nuestra propia historia, cuando la ciudadanía no ha visto satisfechas sus demandas en el corto plazo, a pesar de ser problemas estructurales muchas veces, ha tomado caminos de ida y vuelta hacia gobiernos más conservadores, cuya retórica coyuntural resulta atractiva. Sin embargo, ¿qué hay de peculiar en esta pérdida de adhesión a los programas impulsados por las izquierdas americanas? y más aún ¿es Chile un ejemplo de un cambio global en este sentido o se escapa de la norma?
En América Latina, la tendencia actual refleja una predominancia de gobiernos de izquierda, pero que se ven sometidos a la fragmentación del poder político, sociedades descontentas y una derecha que avanza en lo discursivo y en lo estratégico obstaculizando que las agendas progresistas se instalen en lo comunicacional y se transforman en medidas concretas. Actualmente cerca de 500 millones de latinoamericanos viven bajo gobiernos de izquierda lo que significa que un 75% de la población latinoamericana total, pero esta es una tendencia que se espera sea de corta duración y que en los próximos años la hegemonía política pase a manos de la derecha o la extrema derecha.
Como latinoamericanos, la alternancia en el poder no debiese ser algo a lo que no estemos acostumbrados. Diversos estudios han demostrado que el electorado regional se ha caracterizado por una alta volatilidad y un condicionamiento a elementos coyunturales a la hora de decidir su voto, por ende, el latinoamericano es un votante que, en general, fija su mirada en factores de corto plazo, tales como la situación económica, la seguridad y, sobre todo hoy, en la capacidad mediática y comunicacional del proyecto presentado[2]. Es en esta cultura política concreta en donde sostenemos que la actual estrategia de gobernanza de la izquierda está siendo insuficiente para las problemáticas del siglo XXI.
Tal es el caso de Chile que, bajo la hegemonía de la izquierda desde 2019, ha asistido perplejo al crecimiento y copamiento de la extrema derecha en los espacios políticos. La última elección de mayo de este año demostró con toda suficiencia el fracaso de las políticas gubernamentales y ha patentado como el relato del presidente Boric y su gabinete no ha tenido cabida en las sensibilidades ciudadanas.
¿Cómo fue que de liderar el “despertar de Chile” se pasó a entregar la discusión constitucional a la extrema derecha? Entendiendo que como proceso político esta discusión es multifactorial se quiere poner el foco en el relato político de la izquierda chilena y, por extensión, de la latinoamericana, y así evidenciar que el mayor problema se encuentra en esta falta de convergencia entre relato y aspiraciones de la sociedad latinoamericana.
La carrera política de Gabriel Boric en Chile se cimentó bajo un relato preciso y certero: ser parte de la nueva generación política que venía a renovar los desgastados cimientos de la política concertacionista que limitaba su acción “a la medida de lo posible” y que haciéndose heredera de las políticas mercantilistas de la dictadura había llevado a Chile al inmovilismo y hastío social. Dicho relato tuvo su corolario con los sucesos de octubre de 2019 y sus máximas victorias se vivieron entre noviembre de 2019 y octubre de 2020. En marzo de 2021, Boric entraba en el Palacio de la Moneda y se convertía en presidente de Chile desde donde ha procurado llevar adelante su programa de reformas progresistas con regular éxito.
Desde la lógica discursiva es posible observar que la izquierda chilena gobernante no ha tenido éxito, en parte, por las siguientes razones. En primer lugar, lo que sostienen como relato es un discurso dislocado que configura al sujeto político en base al antagonismo con sus treinta años precedentes. Ese discurso dislocado ha prefigurado un proyecto transformador basado en una serie de demandas[3] que ha acogido desde lo medioambiental hasta las reivindicaciones sexuales y que se ha entendido como un mensaje a sus bases que no tiene mayor capacidad expansiva que aquellos seguidores basales lo que ha limitado en exceso la capacidad de alcanzar grandes acuerdos programáticos.
En segundo lugar, la retórica de la izquierda tanto chilena como latinoamericana requiere con urgencia reconciliarse con el concepto de poder si desea gobernar exitosamente. Para el particular caso chileno, las lógicas antipoder de los últimos años han jugado un papel relevante en la escasa credibilidad que el gobierno cosecha en este tiempo al mando de la nación. Para la generación que hoy gobierna el poder se cuela en todos los espacios y es necesario combatirlo en cada uno de los frentes en que se nos presenta[4], lo que ha traído como consecuencia una moralidad del poder, una reglamentación de los espacios públicos y privados que erosiona al mismo concepto de poder para convertirlo en un mero instrumento moralizador. Asimismo, en el contexto regional latinoamericano y mundial urge que los gobiernos sepan comunicar con fuerza su preocupación por la seguridad de sus fronteras y de sus ciudadanos sin temer a usar el poder del aparato público para sostener el estado de derecho que exige cualquier sistema democrático. La crisis migratoria, la percepción del aumento de la delincuencia, las nuevas formas delictuales y los conflictos étnicos sin resolver plantean serios desafíos en donde el uso sistemático e inteligente del poder será más que necesario. Una izquierda en lucha con el concepto y uso del poder no tendrá éxito en este escenario regional y mundial.
En tercer lugar, las emociones y sentimientos están dominando el ámbito de la política. En un celebrado libro llamado “Geopolítica de las emociones” el politólogo francés Dominique Moisi ha afirmado que para entender la configuración del mundo y su devenir es necesario conocer las emociones que moldean el planeta y cuáles son las fronteras geográficas que se pueden trazar entre ellas. Miedo en América y Europa, humillación en el mundo árabe y esperanza en la zona asiática[5]. ¿Y América Latina? Moisi identifica a América Latina con estas emociones al unísono esbozando un panorama en donde el miedo se conjuga con la fe en el progreso. ¿Qué emociones está construyendo desde el relato la izquierda chilena y latinoamericana?¿Por qué no logra conseguir adeptos en el escenario político? El concepto del progreso que identifica Moisi ha quedado fuera de la ecuación discursiva de la izquierda chilena y es otra de las situaciones con las que deben conciliarse. La indignación[6], que ha sido la clave discursiva a la hora de hacer campaña, debe dar paso a un discurso centrado en la capacidad esperanzadora y comunicativa del progreso.
Por último, es de vital importancia que la izquierda se plantee nuevos referentes con los cuales guiar su acción. Los Castro, los Chávez y los Allende deben quedar fuera de la lógica discursiva moderna. En el particular caso chileno, Boric plantea un neoallendismo[7] que busca reflotar y reevaluar lo que fue la experiencia de la Unidad Popular a principios de la década de 1970 con miras a revivir dicha nostalgia y estética setentera. La tentación es altísima, más aún cuando este años se cumplen cincuenta años del golpe de estado de Pinochet que desbancó dicho proyecto político.
En resumen, la izquierda chilena y latinoamericana tiene grandes desafíos en los siguientes años. Desafíos que están a la vuelta de la esquina porque la pérdida de votantes es una realidad y la desafección de sus partidarios los está dejando sin campo de acción. La izquierda necesita salir discursiva y programáticamente de las demandas identitarias y de escaso fondo social a fin de preocuparse de proyectos que tengan impacto en el corto y mediano plazo porque así parece ser el votante al que debe llegar. En una Latinoamérica volátil y sujeta a fuertes vaivenes, la izquierda debe aprender a navegar.
[1] Agradezco la colaboración del Profesor de Historia y Magister en Relaciones Internacionales Rodrigo Sepúlveda para la elaboración y análisis del texto que aquí se presenta, así como la bibliografía por él sugerida.
[2] Torrico, Mario y Solís, Diego, “Voto ideológico. ¿Por qué los latinoamericanos votan por la izquierda o la derecha?”, Foro Internacional, Vol. LX(1), N° 239, enero-marzo 2020, pp.175 – 226.
[3] Peña, Carlos. Hijos sin padres. Ensayo sobre el espíritu de una generación, Taurus, Santiago, 2023.
[4] Ídem.
[5] Moïsi, Dominique, La Geopolítica de las Emociones: Como las Culturas del Miedo, la Humillación y la Esperanza Están Reconfirmando el Mundo (H. D. Caro, Trans.), Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2010.
[6] Aira, Toni, La política de las emociones: Cómo los sentimientos gobiernan el mundo. Arpa, Barcelona, 2020.
[7] Mansuy, Daniel, Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular, Taurus, Santiago, 2023.