Problemas y desafíos del Centralismo chileno: algunos comentarios en perspectiva histórica

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Escrito por Boris Araya Valencia

Publicado en 30 mayo, 2023

La historia de Chile desde la época colonial ha estado marcada por una estrecha relación entre el centralismo político y la toma de decisiones referidas al desarrollo de las distintas zonas que componen el país. Esta relación ha influido significativamente en nuestro desarrollo económico, social y cultural, generando una serie de problemas y desafíos que además, se han contrapuesto con el discurso con que, en general, el Estado ha afrontado esta situación, pues este último ha dado a entender que ha existido una seria preocupación por el fomento de los territorios y su descentralización, sobre todo en los extremos de nuestro país. Pero, en la práctica, ha evitado una democratización regional de importancia, lo que demuestra que existe una mentalidad centralista de larga data, llevando el actual proceso de descentralización a un modelo incremental de baja intensidad[1].

En ese sentido, se considera que el histórico centralismo chileno, a la vez que hunde sus raíces en las prácticas de gobierno y representaciones surgidas sobre el territorio durante la época colonial, se ha desarrollado de la mano de los discursos contrapuestos que los agentes y autoridades políticas han generado a lo largo de los siglos, entendiendo que estos últimos se refieren a prácticas sociales, en las que se encuentran el uso del lenguaje tanto escrito como oral, existiendo una “relación dialéctica entre las practicas discursivas particulares y los ámbitos de acción específicos (lo que incluye las situaciones los marcos institucionales, las estructuras sociales) en que se hallan ubicados”[2], por lo que determinadas prácticas o instituciones construyen discursos que les afectan, al mismo que impactan en los procesos políticos sobre los cuales se refieren.

Discursos contrapuestos del centralismo chileno

Desde el período colonial, Chile ha experimentado una fuerte centralización política en torno a Santiago. Durante esa época, el centralismo se manifestó en el control administrativo y político ejercido desde la capital, donde se encontraban las principales instituciones hispanas. Este centralismo se mantuvo y se reforzó en el siglo XIX con la consolidación del Estado chileno y la adopción de una Constitución como la de 1833, la cual fortaleció una forma de entender el territorio en el que el peso histórico se centró en la institucionalidad santiaguina y en general benefició al valle central por sobre las zonas extremas del país.

En este último punto cabe destacar lo que se podría denominar un discurso contrapuesto respecto del desarrollo propiciado por el Estado en las zonas extremas, norte y sur, pues históricamente se hace notar la importancia para el país de estas áreas, sin embargo, ellas no reciben los beneficios tangibles de la producción económica. Así, las zonas sur australes y del norte minero han tenido, históricamente, ingentes cantidades de recursos naturales, pero no siempre han sido explotados de una manera eficiente y/o  los beneficios derivados de las actividades económicas en vez de favorecer no solo al centro sino a la misma zona que sufre las externalidades negativas del proceso extractivo, por ejemplo lo que sucede con la gran minería del cobre en la zona de Antofagasta, los recursos fluyen al centro del país, el cual redistribuye, a veces muy desigualmente, los dineros obtenidos. Un intento de subsanar recientemente esta situación, a propósito de la minería del cobre y del litio, ha sido la iniciativa aprobada actualmente del Royalty minero, la que después de muchos años ha establecido medidas concretas para que los recursos sean invertidos en las áreas más devastadas por dichas actividades extractivas[3] y también en las más vulnerables que no necesariamente se encuentran en torno a zonas mineras. Quedará por ver la efectividad de esta ley y qué tanto contribuye a descentralizar los recursos minerales, los cuales han producido enormes ganancias que aportan de forma importante al PIB de Chile[4], pero cuyos beneficios no se perciben sino de forma parcelada y no proporcionalmente a sus necesidades y problemas[5], pues por ejemplo, la región de Antofagasta aumentó su pobreza en los últimos años al contrario de la cantidad de recursos generados[6].

En lo que respecto al desarrollo económico de otras áreas periféricas, es decir, lejos de la institucionalidad santiaguina, tales como Aysén y Magallanes, aquellas han enfrentado desafíos geográficos y de aislamiento que han influido en su desarrollo económico a lo largo de la historia. Estas regiones han sido tradicionalmente ricas en recursos naturales, como bosques, pesquerías y otros recursos naturales, lo que ha generado oportunidades económicas, pero también ha presentado dificultades debido a las limitaciones de acceso y transporte, en las que además el Estado las presenta discursivamente como de relevancia pero cuyas medidas van en sentido contrario, pues por ejemplo, a inicios del siglo XX se concesionaron a privados grandes extensiones de tierra (para ganadería ovina, colonización y otras actividades económicas afines), las que en la mayor parte de los casos no pudieron prosperar dado que el Estado no tuvo mayor preocupación sobre cómo se ponían en producción esas tierras ni si los concesionarios eran capaces de ocuparlas efectivamente.

Sistema económico (neo)liberal y profundización del centralismo

Durante el siglo XIX, Chile adoptó un sistema económico liberal, promoviendo el libre comercio, la propiedad privada y la inversión extranjera, y si bien estas políticas fueron favorables para el desarrollo económico en general, las áreas más alejadas de lo que ha sido el “Chile histórico” (Valle central principalmente) enfrentaron desafíos adicionales. La falta de infraestructura, como carreteras y puertos, y las distancias geográficas dificultaron su integración efectiva en el sistema económico nacional, limitando su capacidad para aprovechar plenamente los beneficios del liberalismo económico, y si bien en la zona norte aquello fue un poco menos notorio que en las zonas al sur del Biobío, igualmente compartieron destinos similares en cuanto para el Estado cobraban relevancia solo en la medida que pudieran obtener beneficios económicos, sin necesariamente que parte de aquellos también los beneficiara de forma proporcional .

Las áreas periféricas, sur y norte, históricamente han dependido de sectores económicos específicos, como la pesca, minería, la agricultura, la ganadería y en generales de la extracción de recursos naturales. Estas actividades económicas a menudo están expuestas a riesgos ambientales y fluctuaciones de precios en los mercados internacionales, volatilizando la producción y el ingreso derivado de esas actividades. Diversificar la base económica de las áreas periféricas, fomentando sectores como el turismo, la energía renovable y la agricultura de valor agregado, puede brindar oportunidades de desarrollo más sostenible y resiliente, lo que ha sido una discusión de varias décadas, aunque con medidas concretas todavía muy escasas.

Algunas conclusiones en torno a los desafíos del centralismo

Al finalizar esta reflexión, cabe destacar que el centralismo político en Chile ha influido en el desarrollo desigual del territorio y ha sido un lastre que históricamente no ha podido (ni querido en ocasiones) ser subsanado. Y es que las decisiones políticas y económicas centradas en Santiago a menudo han priorizado las necesidades del “Chile histórico”, relegando a las áreas septentrionales y meridionales a un segundo plano. Esto ha resultado en una falta de inversión en infraestructura, educación y servicios básicos como la salud en estas áreas, obstaculizando su desarrollo económico. Por ejemplo, la falta de conectividad dificulta la integración a la economía nacional y limita su capacidad para aprovechar plenamente las oportunidades económicas, como el turismo que en los últimos años se ha convertido en una actividad económica relevante para zonas como Aysén y Magallanes, de ahí que la infraestructura y aumentar la conectividad sea fundamental para impulsar su desarrollo, lo que se quiso realizar con la Carretera austral a partir de los años 70’ del siglo XX por ejemplo, pero cuyos resultados concretos han sido disimiles por cuanto develó un territorio de potencial turístico importante pero vulnerable a los cambios territoriales y sociales vinculados al mejoramiento de la conectividad[7].

Es más, durante la dictadura militar de Pinochet (1973-1990), Chile experimentó una profunda transformación económica basada en los principios neoliberales. El régimen implementó políticas de liberalización económica, privatización de empresas estatales, apertura comercial y desregulación, en un intento de fomentar la inversión extranjera y el crecimiento económico. Sin embargo, esta implementación del neoliberalismo no estuvo acompañada de una descentralización política efectiva. A pesar de que el modelo económico liberalizó y descentralizó algunos aspectos de la economía, el poder político y administrativo seguía concentrado en el gobierno central. Esta falta de descentralización se mantuvo incluso después de la restauración de la democracia en 1990.

El centralismo político en Chile ha sido una característica constante a lo largo de su historia, y el periodo neoliberal no fue una excepción. El gobierno central mantuvo un fuerte control sobre las decisiones políticas y económicas, limitando la autonomía de las regiones y municipios. Esto generó desafíos significativos, como la desigualdad regional y la falta de participación ciudadana en la toma de decisiones, lo que en los últimos decenios se ha discutido largamente pero con soluciones que no logran satisfacer las demandas sociales de la población de las áreas marginadas del país.

Como se ha indicado previamente[8], la participación ciudadana ha mostrado resultados peculiares en zonas alejadas del centro administrativo histórico, sin embargo, se ha demostrado que la participación ciudadana en la toma de decisiones políticas y económicas es esencial para abordar las necesidades y aspiraciones de las áreas periféricas. Promover la descentralización efectiva, brindando mayor autonomía y recursos a los gobiernos regionales, puede permitir una mayor participación y una mejor atención a los desafíos y oportunidades específicos de estas áreas.

En conclusión, la relación histórica entre el centralismo chileno, el desarrollo económico de las áreas periféricas y el sistema económico liberal ha sido compleja. Si bien el centralismo político y el sistema económico liberal (y neoliberal) han presentado desafíos para el desarrollo de estas regiones, también han generado oportunidades económicas únicas. En el siglo XXI, abordar los desafíos de infraestructura, diversificación económica, educación y participación ciudadana, al tiempo que se aprovechan las oportunidades en sectores como el turismo, la energía renovable, la innovación y el emprendimiento, puede impulsar un desarrollo más equitativo y sostenible en las áreas periféricas y si a eso se le suma la necesidad de definir una regionalización desde abajo hacia arriba (contraria a la experiencia histórica), además de cuestionar el modelo legado de la dictadura que pervive hasta hoy en cuanto a definición y organización administrativa del país[9], resultan elementos cruciales frente los desafíos por gestionar realmente una descentralización (y desconcentración) efectiva.


[1] Ortiz, Edison y Valenzuela, Esteban, “Chile, un siglo de pugna por la democratización de las regiones . representación minimizada y centralismo transversal”, Estudios Políticos, 52, enero junio 2018, pp. 36-56.

[2] Wodak, Ruth, “El enfoque histórico del discurso”, en Wodak, Ruth y Meyer, Michael, Métodos de análisis crítico del discurso, Gedisa, Barcelona, 2003, p. 104.

“Despachan del Congreso Nacional proyecto de Royalty minero”, 17 de mayo de 2023. https://www.camara.cl/cms/noticias/2023/05/17/despachan-del-congreso-nacional-proyecto-de-royalty-minero/

[4]Comisión Chilena del cobre, “Informe análisis del impacto socioeconómico de la actividad minera a nivel regional”, Dirección de Estudios y Políticas Públicas https://www.cochilco.cl/Listado%20Temtico/An%C3%A1lisis%20del%20impacto%20socioeconomico%20de%20la%20actividad%20minera%20a%20nivel%20regional.pdf , consultado el23 de mayo de 2023.

[5] Leiva, Benjamín, “La renta del cobre y su repartición: una discusión pendiente”, Ciper Chile, https://www.ciperchile.cl/2021/04/08/la-renta-del-cobre-y-su-reparticion-una-discusion-pendiente/ consultado el 23 de mayor de 2023

[6] Marín, Rocío, “Antofagasta entre las regiones que más aumentó su pobreza durante el 2020”, https://www.diarioantofagasta.cl/regional/141181/antofagasta-entre-las-regiones-que-mas-aumento-su-pobreza-durante-el-2020/ consultado en 24 de mayo de 2023.

[7] Muñoz, María y Torres, Robinson, “Conectividad, apertura territorial y formación de un destino turístico de naturaleza. El caso de Aysén (Patagonia chilena)”, Estudios y perspectivas en turismo, Vol.19, N°4, 2010, pp.447-470.

[8] Véase: https://observatoriohp.cl/2023/05/18/aysen-una-zona-de-particulares-respuestas-historicas-una-breve-reflexion-acerca-del-problema-del-estado-de-chile-a-la-zaga-de-las-necesidades-locales/

[9] Ramírez, Cristóbal, “(Des)Centralización en Chile, un recorrido por los principales hitos de 1810 a 1989”, Revista Estado, Gobierno y Gestión Pública, N°35, 2020, pp. 65-108.

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