A propósito de los eventos electorales recientes en nuestro país, cabe resaltar que un resultado que llamó la atención respecto de los consejeros constitucionales fue que al contrario de la tendencia nacional, en la región de Aysén no fue ganador el Partido Republicano. Y lo que para cualquier observador no es más que el resultado de los azares de los procesos eleccionarios, si se le analiza en perspectiva histórica, se tiene que aquella zona no ha seguido un rumbo similar al restante territorio de Chile y, consecuentemente, la mirada con que las instituciones estatales centrales ha participado de su desarrollo ha sido muy escasa y lejana, al punto de llegar a la zaga de las necesidades de la población.
Sin ir mas lejos, las protestas sociales vividas en la región del General Carlos Ibáñez del Campo durante el 2012, reposicionaron durante algún tiempo a esa zona como el centro de la discusión nacional, fundamentalmente por lo que significaba vivir en lugares extremos y por el rol que le cabía al Estado en su desarrollo, al exponer una serie de problemas cotidianos que para el resto del país (y principalmente la zona central) no tenían mayor significado: como el aislamiento, encarecimiento de la vida, desatención médica, conectividad limitada con el resto de Chile (pero no así con Argentina), desatención estatal en cuanto promoción económica de aquella área, entre otras. Demandas que en el fondo proyectaban un escenario complejo para la institucionalidad chilena, pues aquella no supo canalizar demandas históricas que demostraron en la práctica que los discursos políticos no llegaban a materializarse en medidas concretas, desatendiendo a una población con una historia plagada de necesidades pero con conciencia de que su presencia era fundamental para el Estado chileno pues hacían soberanía en los confines del continente.
Así, desde la perspectiva de la geografía del poder, es importante destacar que el poblamiento de Aysén como gran territorio que por sus particulares dinámicas históricas podría situársele desde el Reloncaví hasta Campos de Hielo Sur, no fue un proceso aleatorio, sino que respondió a dinámicas políticas, económicas y culturales más amplias que influyen en la distribución territorial de la población.
Por ejemplo, algunas investigaciones sugieren que la política de colonización nacional fue un factor determinante en la población actual de esta región desde el siglo XX en adelante, sobre todo porque se centró en dejar en manos de privados el desarrollo económico-social de vastas zonas geográficas, los cuales casi nunca pudieron efectivamente tomar posesión de las concesiones entregadas, al mismo tiempo que la misma centralidad política dejó al margen y desconoció no en pocos casos, un poblamiento espontáneo y autogestionado por migrantes reingresados al territorio de Chile provenientes desde Argentina, los cuales chocaron con los intereses de los concesionarios en diversos puntos del territorio[1].
Y es que lo que lo Estado de Chile efectuó con su política de colonización tuvo efectos dramáticos, por omisión, a inicios del siglo pasado, en la configuración de una manera particular de habitar el espacio geográfico y de una cierta identidad de parte de los colonos que buscaron integrarse a la nación, sin necesariamente incluirse cabalmente en ella, pues usos y costumbres no respondían a los estándares del ser “chileno o chilena”. Y es que la política colonizadora, ideada desde el centro del país desatendiendo la particularidades de lo que implicaba vivir en los márgenes continentales[2], buscó establecer nuevas comunidades y sobre todo poner en producción económica estas zonas consideradas «vacías», con el objetivo de aumentar el control y la presencia del Estado, aunque sin por ello inmiscuirse en demasía en los asuntos aiseninos, acorde a una visión liberal de largo plazo. Sin embargo, esta política como ya se ha dicho, no siempre consideró las características particulares de cada zona, lo que llevó en algunos casos a problemas de adaptación y conflictos con las comunidades locales, siendo ejemplo paradigmático la “Guerra de Chile Chico” (1918) o más recientemente el polémico mega proyecto energético de HidroAysén, el cual solo el 2017 fue descartado en su ejecución tras una década de discusiones y protestas.
En base a la anterior perspectiva, se puede aplicar lo postulado por Raffestin en cuanto a que el territorio no es un espacio neutro[3], sino que es el resultado de procesos sociales y políticos que implican relaciones de poder. En este sentido, el poblamiento de esta región puede ser entendido como un proceso en el que diversos actores y fuerzas sociales buscan controlar y dominar un espacio geográfico determinado, siendo la base de la disputa el desconocimiento de las implicancias de habitar una zona geográfica periférica y de muy reciente anexión al Estado (Siglo XX), la que además posee el 14% de la superficie total del país pero con noventa y un mil habitantes, es decir, con una densidad de un 0.8 habitante por kilómetro cuadrado.
Con todo, el territorio visto en perspectiva histórica no es una realidad objetiva, sino que es construido socialmente por medio de la representaciones simbólicas que las personas hacen de él. Esto implica que dicha región de Aysén no tienen un significado universalmente aceptado, sino que ha sido construida y resignificada constantemente por las comunidades que habitan en ellas, pero por sobre todo por quienes toman las decisiones relativas a políticas públicas en nuestro país, además de los actores económicos que buscan ejercer su poder sobre ella en vista de la potencialidad de sus recursos naturales y una cierta concepción de “paraíso” turístico que se ha impuesto como lugar común al hablar de esa zona en las últimas décadas.
En definitiva, la perspectiva antes mencionada permite comprender el poblamiento de la región Aysén como un proceso complejo que involucra múltiples factores y actores con intereses y poderes diversos, dado que la región ha enfrentado históricamente desafíos significativos en términos de aislamiento geográfico, baja densidad poblacional y limitadas oportunidades económicas. Por lo que un resultado eleccionario como el ocurrido el 7 de mayo del 2023 solo representa un pretexto para adentrarse en los problemas y dinámicas que han enfrentado esta zona con respecto al resto del país, y cuya forma de ser y obrar (aun cuando sea para elegir un representante politico) no responden a lo “esperado” , pues su identidad ha estado atravesada por múltiples fracturas que no han podido ser salvadas hasta la actualidad, pues si el Estado actúa con cierta despreocupación por esa zona, los aiseninos responden a través de toda una carga identitaria marcada por las instituciones que siempre han ido a la zaga de sus necesidades.
[1] Véase Rodríguez, Juan; Gissin, Nicolás y Mandujano, Fernando, “Fronteras internas y hegemonías predictivas en Chile: el caso de la Patagonia Austral”, Chungará. Revista de Antropología chilena, Vol. 50, N°4, 2018, pp.633-650; Rodríguez, Juan, “Aysén: estado, capital y configuración socioterritorial (1900-1960)” y Villagrán, Jorge; Núñez, Andrés e Hidalgo, Rodrigo, “Políticas públicas y ocupación del territorio de la XI región de Aysén”. Revista de Geografía Norte Grande, N°24, 1997, pp.11-18.
[2] Se creó desde el centro un discurso o más en específico una “metanarrativa” sobre la soberanía del país respecto de aquella zona, es decir, sobre los límites materiales y simbólicos de un territorio considerado como periférico y en donde el sur austral siempre es una referencia lejana y límite. Araya, Boris. “Los orígenes de la construcción discursiva del territorio de Aisén por parte del Estado de Chile (1818-1929)”. Magallania, Vol. 45, N°1, pp. 47-73 y Rodríguez, Gissin y Mandujano, op. cit., p.639
[3] Para este autor, el territorio es el resultado de la “semiotización” del espacio, es decir, de la traducción por medio de signos del mundo exterior, operando dos niveles convergentes: uno material y otro ideal, vinculados con las representaciones surgidas de las interacciones del ser humano y su medio natural. Así, representar e imaginar el espacio es, al mismo tiempo, una manera de apropiarse de él. Raffestin, Claude. Por una geografía del poder. Traducción y notas de Yanga Villagómez. Michoacán, El Colegio de Michoacán, 2011 y Raffestin, Claude. “Ecogenèse territoriale et territorialité”. En Auriac, Franck y Brunet, Roger. Espaces, jeux et enjeux. Paris, Fayard & Foundation Diderot, 1986, pp. 175-185.