¿Desde cuándo es importante viajar para acceder al conocimiento?

Publicado en 13 enero, 2022

Existen referencias de la existencia de universidades en India desde el año 600 a.C, como es el caso de la Universidad de Takshashila, donde ahora se ubica Pakistán, que recibía estudiantes viajeros, ofreciendo un currículum en persa y griego, derivado de la historia de diversos conquistadores en el territorio. 

En Takshashila se enseñaron 68 asignaturas y la edad mínima de ingreso, según muestran los textos antiguos fue de 16 años. En una etapa, tuvo 10.500 estudiantes, incluidos los de Babilonia, Grecia, Siria y China. Maestros experimentados enseñaron los vedas, idiomas, gramática, filosofía, medicina, cirugía, tiro con arco, política, guerra, astronomía, contabilidad, comercio, documentación, música, danza y otras artes escénicas, futurología, ciencias místicas, cálculos matemáticos.

La institución atrajo a miles de estudiantes foráneos, incluyendo entre sus alumnos más famosos al conquistador Alejandro Magno. En este sector del planeta, se crearon varias instituciones de Educación Superior, entre ellas la Universidad de Nalanda fundada al norte de India, alrededor del 450 d.C., la que fue famosa durante 700 años por atraer a muchos estudiantes de China. 

Otras dos casas de estudios: Yikramasila y Jagaddala, ejercieron una fuerte influencia en El Tíbet y en otros países asiáticos, pero ambas fueron destruidas en 1201 producto de la invasión musulmana. 

Los alumnos foráneos también llegaban a estudiar a Roma, alrededor del 370 d.C. Incluso el Emperador Valentiniano I consideró necesario emitir un decreto que rige las credenciales, el campo de estudio de los alumnos, entre otras condiciones, tal como es descrito por el investigador William W. Hoffa.  

Todos los que vienen a Roma a estudiar deben aparecer ante el registro público y presentar sus pasaportes de los jueces de paz que han dado para dejar de viajar, para que así la entrada se pueda hacer con su lugar de nacimiento, rango y carácter. También debe figurar en su primera aparición el nombre de la facultad en la que desean estudiar. El Registro también debe tener en cuenta donde se alojan y ver si se adhiere a la profesión que han elegido”. (Hoffa, 2007: 6).  

Este planteamiento de que una sola cultura no puede abordar todos los valores y variabilidades humanas fue un principio que iluminó la noción educativa que comenzó en la Antigua Grecia y continuó luego con el nacimiento de distintas universidades europeas a fines de la Edad Media y durante el periodo del Renacimiento. Puede decirse, que estos avances dejaron una herencia que generó una visión filosófica y pedagógica que continuó independiente de las raíces culturales, lo que permanece en el centro de la educación internacional y la movilidad estudiantil actual. 

LAS PRIMERAS UNIVERSIDADES EUROPEAS

La Iglesia Católica asumió el rol esencial de asegurar y preservar todo conocimiento que existiese en formato impreso, con mayor énfasis en aquellos que contribuyeran a la doctrina católica. 

Antes de la invención de la imprenta, los mayores esfuerzos por conservar la cultura se desarrollaron copiando a mano los textos. Manuscritos selectos fueron copiados una y otra vez, llegando a las librerías y a otras regiones. Pero sólo un pequeño grupo de la población podía leer o escribir, por lo tanto, el latín y el griego fue mayormente usado para codificar y preservar el conocimiento. 

En un comienzo, quienes se educaban en su mayoría eran clérigos eclesiásticos, es decir, la minoría de la sociedad. Tal como explica William Hoffa, dentro de Europa muchos estudiantes se veían obligados a viajar para encontrar, leer y si era posible copiar estos manuscritos. Algunos de estos textos provenían de Grecia y Roma. 

“Aunque la copia de los manuscritos era una industria vigorosa en la mayoría de las ciudadelas de aprendizaje, las participaciones de cada biblioteca fueron únicas por el simple hecho de su singularidad. En esos momentos, tratar de ser universalmente educado significaba ir a lugares lejanos para encontrar el aprendizaje no disponible en el hogar. La sabiduría secular práctica fue finalmente descubierta”. (Hoffa, p. 8). 

El Renacimiento posteriormente representó un redescubrimiento del aprendizaje considerando a diversos autores de la antigüedad. Se volvió a descubrir la sabiduría de la antigua Grecia y Roma, junto con el trabajo constante realizado por estudiantes árabes que preservaron ese conocimiento durante la Edad Media. 

Otros pensadores humanistas y cristianos como Erasmus, Hildebrant, Boethius, Galileo, Hipócrates y Tomás de Aquino, buscaron este aprendizaje ancestral viajando hasta las fuentes y trabajando con información obtenida a lo largo de Europa. Ellos tomaron el desafío de reconstruir el pensamiento antiguo junto a las creencias cristianas. Para obtener esos antecedentes, viajaron en ocasiones a lugares lejanos.

Las primeras universidades europeas crecieron como proyección de las catedrales –de ahí viene el concepto de cátedra- y las escuelas municipales, alrededor del siglo XII. Así como la vida se fue retomando en las ciudades, luego de las invasiones germánicas y vikingas, se generó un aumento en la demanda de formación por parte de las élites que debían servir a la burocracia eclesiástica en las profesiones del clero, abogacía y medicina. Estas escuelas fueron reemplazando a las escuelas monásticas, que habían conservado los estudios bíblicos y estudios antiguos durante la Edad Media. 

Las nuevas escuelas vinieron a servir esta necesidad de una educación más secular, que todavía se situaba dentro de una sociedad fuertemente religiosa, marcada por la guerra, donde los conocimientos se ofrecían sobre todo a clérigos diocesanos, abogados, administradores y médicos practicantes. 

Desde la Edad Media hasta bien pasado el Renacimiento, existía una comunidad de aprendizaje que no conoció fronteras, un ambiente académico ideal que los educadores internacionales han estado tratando de recuperar desde entonces. 

Las primeras universidades se ubicaron en Bolonia, Paris, Montpellier, Oxford, Bolonia y Salerno. Estas grandes instituciones ubicadas en el centro de Europa, crecieron en torno a manuscritos antiguos donde los estudiantes podían leer y enseñar sobre ellos. En el fondo, fueron sacando el conocimiento de los monasterios a las escuelas de las catedrales. 

En este periodo, el latín era el lenguaje universal –así como hoy es el inglés- lo que tuvo como obstáculo los lenguajes vernáculos del viejo continente. Las lenguas griegas y hebreas también fueron estudiadas. Durante el siglo XIII era común que grupos de estudiantes de Bolonia, se organizaran en gremios y crearan comunidades con sus profesores donde compartían sus intereses.

La práctica rápidamente se fue difundiendo por las universidades de Francia, Italia, España, Portugal y Alemania, entre otros países. El término “universidad” fue originalmente usado más como sinónimo de comunidad para designar a estos grupos que para referirse a una meta de enseñanza universal. En el siglo XIII, Oxford y Cambridge, rivalizaban a su contraparte para atraer a estudiantes y académicos.

EL IMPACTO DE LA IMPRENTA 

La invención de la imprenta, significó que muchos manuscritos y libros eventualmente iban a estar disponibles en más de un lugar. Esto podría pensarse que habría disminuido la movilidad estudiantil, sin embargo, las copias de los libros tomaba mucho tiempo, esfuerzo y dinero a la hora de imprimirse, por lo tanto era habitual que se tuviesen ediciones limitadas. 

Iban a transcurrir cientos de años hasta que los textos se diseminaran como hoy los conocemos. Durante este periodo, educarse no sólo era algo restrictivo, sino que también era imposible no vincularlo con estudiar fuera de las fronteras. 

En el siglo XIII, los estudiantes que llegaban a estudiar a Europa provenían de diversos rincones: Medio Oriente, Lejano Oriente, Norte de África y las Indias. Estos centros europeos emergieron con lo que hoy podría conocerse como una educación geográfica y culturalmente diversa. Sin embargo, aunque este carácter “internacional” se aprecia desde los orígenes de la humanidad y también durante la Edad Media, no es posible asegurar que las instituciones de Educación Superior hayan sido siempre “internacionales”, pues hay que considerar que en esa época todavía no se formaban los Estados-Nación como hoy se conocen. 

De acuerdo a los autores Hans de Wit y Gilbert Merex, durante el siglo XV se crearon varias universidades por lo tanto el reclutamiento de los estudiantes se hizo de modo más regionalizado. No obstante, el orden social y político jerárquico que existió durante siglos en la mayoría de los países de Europa, significó que las familias más importantes de cada región, principado o Reino, tuvieron -para garantizar su perpetuidad en el poder- que encargarse del cuidado de formar a sus jóvenes descendientes antes de que asumieran sus roles de liderazgo en la edad adulta. Esto se reflejó también a través de la creación de diversas alianzas, que incluyeron los matrimonios de hijos e hijas reales fuera de las fronteras. 

Desde los siglos XVI y XVII, uno de los primeros objetivos de estos futuros líderes para adquirir una experiencia de carácter mundial, es que debían mandar a sus hijos en lo que se hizo conocido, al menos en Inglaterra, como el “Gran Tour”. La mayoría de los visitantes llegaba a estudiar a Paris, Versalles, Dijon, Lyons, Marsella, Roma, Venecia, Florencia, Nápoles y Turín. Otros iban al norte de Flandes u Holanda, como también a España y Portugal, dependiendo de las relaciones diplomáticas de esa época. 

Las regiones fragmentadas de Alemania eran preferidas por los protestantes. Es importante aclarar que estos recorridos no eran propiamente movilidad estudiantil como hoy la conocemos, porque estos alumnos eran miembros de la nobleza, que tenían objetivos sociales, diplomáticos, familiares y pragmáticos, más que la búsqueda del conocimiento académico. 

LA INFLUENCIA NORTEAMERICANA EN LOS ESTUDIOS INTERNACIONALES

Los orígenes del sistema educativo internacional de los Estados Unidos, más conocido como “Study Abroad” (Estudia en el Extranjero), tiene sus raíces en el Gran Tour inglés, aunque éste no llegó a institucionalizarse hasta bien avanzada la tercera década del siglo XX. 

La primera institución de Educación Superior en las colonias americanas fue Harvard College, fundada en 1630. Creada bajo el alero de los separatistas y purificadores colonos, se basó en las estructuras y pedagogías de los selectos colegios residenciales de Oxford, Cambridge y las universidades escocesas. Estos modelos valoraban la educación general con un fuerte énfasis en el discurso intelectual y el carácter moral. Posteriormente, se fundaron otros colegios para formar al clero como profesores, científicos, abogados, legisladores y otros profesionales para que ocuparan roles de líderes en la nueva sociedad. Virginia, Maryland, South Carolina, New York, New Jersey y Delaware se transformaron en referentes.

Yale fue fundada en 1701 como Collegiate School en la casa de Abraham Pierson, su primer rector in Killingworth, Connecticut. En 1716, se movió a New Haven, gracias a la acción benevolente de Elihu Yale, quien donó 417 libros y un retrato del Rey Jorge I, donde recibió el nombre de Yale College en 1718. Princeton fue fundada en 1748 como College of New Jersey at Princeton para educar el clero presbiteriano. Columbia comenzó como Kings College en 1754. La Universidad de Pennsylvania en Filadelfia partió en 1754.

En 1898 y 1904, Harvard y la Universidad de Paris intercambiaron profesionales, tal como lo hizo la Universidad de Columbia y la Universidad de Berlín entre 1906 y 1914. Otras facultades, después siguieron este modelo. En 1881, la Escuela Americana de Estudios Clásicos se instaló en Atenas, fundada por la Universidad de Princeton. La Academia Americana comenzó a operar en Roma a partir de 1895, donde los alumnos podían trabajar y aprender con otros estudiantes extranjeros. Al mismo tiempo, diversas organizaciones privadas contribuían a financiar algunos programas.

En el siglo XX, se comenzó a generar un nuevo concepto en la Educación Superior norteamericana: la idea de reciprocidad, donde los estudiantes iban y venían entre los países para enriquecer luego a su campus y al sistema de educación que las universidades proveían.

Este cambio en la mentalidad norteamericana, coincide, por ejemplo, con la creación del Instituto de Educación Internacional (IIE) en 1919 en los EE.UU., el Servicio de Intercambio Alemán (DAAD) en 1925 y el British Council en 1934, lo que indica la creciente atención a la cooperación internacional y el intercambio antes de la Segunda Guerra Mundial. La cooperación académica a nivel general en este momento estaba más centrada en los académicos que en los estudiantes.

Luego de la presencia de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que le dio gran visibilidad internacional, el programa Study Abroad se vio envuelto en profundos cambios. Se fomentó la idea de conocer en el extranjero los “problemas del mundo” en un viaje de estudios. 

En 1919, se estimaba que alrededor de 7.100 estudiantes extranjeros se encontraban en EE.UU., algunos como resultado de la destrucción física y económica que dejó la guerra y que impactó en la Educación Superior europea, aunque también por la necesidad de graduados norteamericanos por perfeccionarse y por mejorar los programas formadores de este país. 

A pesar de estos programas pioneros, sólo después de la Segunda Guerra Mundial se hicieron más constantes los estudios de norteamericanos en el extranjero, lo que comienza a desarrollarse como una nueva dimensión compleja de la Educación Superior de EE.UU. La primera expansión significativa, en términos de la cantidad de programas y estudiantes que participan, evolucionó recién a principios de 1960. 

Después de 1945, la educación internacional comenzó a intercambiarse sobre todo dentro de Estados Unidos. Europa todavía estaba demasiada centrada en la recuperación de las graves heridas luego de dos conflictos mundiales y en la reconstrucción como para poder invertir en intercambios educativos y cooperación internacional. 

Aunque por el momento Europa y América del Norte, en particular los EE.UU., han jugado un papel clave en el desarrollo de la internacionalización de la Educación Superior, hay una creciente preocupación de que la internacionalización sea un sinónimo de occidentalización o neocolonialismo. Al mismo tiempo, los otros continentes, especialmente Asia, como también América Latina, África y el Medio Oriente, también influyen en el debate sobre la internacionalización respecto a su práctica y su posición en la sociedad global del conocimiento y de la economía, lo que continuará en las próximas décadas.

Bibliografía

  • DE WIT, Hans y MEREX, Gilbert. “La historia de la internacionalización de la educación superior” en “The Sage Handbook of International Higher Education”. Sage Publications. Estados Unidos. 2012.
  • HOFFA, William. “A History of US Study Abroad: Beginnings to 1965”. The Interdisciplinary Journal of Study Abroad. Frontiers Journal. 2007. Carlisle, Estados Unidos.

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