La Universidad que tenemos. La Universidad que queremos. La Universidad que necesita Chile.

l

Escrito por Nelson Vásquez Lara

Publicado en 30 octubre, 2021

Pensar la Universidad chilena de la próxima década no es tarea fácil. Vivimos tiempos en que predominan más las preguntas que las certezas. Como ha enunciado el Papa Francisco, el mundo contemporáneo está en continua transformación.

Reflexionar sobre el futuro de estas instituciones no puede hacerse sin reconocer antes los avances, dificultades y errores del sistema de educación superior chileno en los últimos 40 años. El sueño y el esfuerzo de las familias para que los jóvenes puedan acceder a las universidades se ha ido cumpliendo en las últimas décadas con el compromiso de los padres, del Estado y de los ciudadanos. Tampoco podemos proyectar el desarrollo de Chile sin considerar el aporte de las universidades en materia de generación de conocimiento, formación de personas y construcción de redes con la sociedad. El crecimiento y el desarrollo del país son las claves para enfrentar el futuro. Con prosperidad se genera riqueza que luego se distribuye a través de políticas públicas focalizadas entre los más necesitados, donde la educación cumple una función fundamental: desarrollar capacidades en las personas.

En Chile, las universidades gozan de reconocimiento social. Esta credibilidad radica en que las instituciones de educación superior han construido un prestigio sobre bases sólidas: el mérito y el esfuerzo de las personas, la construcción del conocimiento científico validado por los pares, con impacto en la calidad de vida de hombres y mujeres, y una vocación pública profunda al servicio de los demás.

Asimismo, las universidades son instituciones dinámicas y flexibles. Son espacios privilegiados para la reflexión y la contribución social. En ellas hay diversidad de visiones, alta cualificación del personal académico, experticia y experiencia. Todos estos rasgos son valorados por la sociedad porque generan más y mejores oportunidades, en especial para los sectores más vulnerables. La cohesión social, ingrediente fundamental para una sociedad moderna y sana, se logra cuando todos sentimos que el futuro es posible y nos pertenece, independiente de nuestro origen social y/o étnico, o nuestras opciones ante la vida. Una sociedad sin discriminación es uno de los sueños más sentidos por los chilenos.

Las universidades para abordar el futuro tendrán que hacerse cargo de importantes temas, todos acuciantes para Chile y el mundo. Es la humanidad la que está comprometida en estos tiempos. Me refiero al cambio climático y la responsabilidad de habitar el planeta en sintonía con los ciclos de la naturaleza; la inclusión de todas las personas para proporcionar adecuadas oportunidades en una sociedad democrática; la perspectiva de género para favorecer que las mujeres puedan desplegar sus talentos y capacidades, tan significativos para el desarrollo del país; la integridad académica que no es otra cosa que una actuación honesta en cada una de las acciones de profesores, investigadores y estudiantes que comparten la vida universitaria;  e impulsar la cultura en todas sus expresiones, porque una humanidad con belleza es más plena.

Asumir seriamente estos temas implica, de algún modo, aceptar que ya no es suficiente elaborar un diagnóstico sobre ellos. Hay que avanzar en investigar e implementar acciones efectivas para que las personas perciban que las Universidades están dando algunos pasos con un norte claro. La retórica no cambia necesariamente las actitudes y las disposiciones de los individuos. Las políticas institucionales son las llamadas a generar los cambios culturales al interior de las Universidades y, de este modo, por extensión en los estudiantes que se forman en pre y postgrado, con los efectos positivos en la comunidad.

Asimismo, los que habitamos y construimos las universidades debemos mirar el futuro con optimismo. Estamos viviendo uno de los procesos de transformación más desafiantes de los últimos cien años. Las tecnologías han ido afectando, progresivamente, el modo en que se realiza el trabajo, cómo nos relacionamos con los demás y cada una de nuestras acciones cotidianas. Hace más de un año, el papa Francisco nos invitó a participar en un “Pacto Educativo Global” donde no pueden estar ausentes las universidades: “un encuentro para reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión. Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna”.

Nuestras universidades de vocación pública están al servicio de las personas. Somos instituciones que contribuimos fuertemente a fortalecer el tejido social de los chilenos, porque generamos oportunidades hacia el futuro. Esta labor, además, se engrandece cuando comprendemos que el aporte de las Universidades se realiza desde el conocimiento y la investigación. La tarea es grande y desafiante para los próximos años, al conocimiento disciplinario e interdisciplinario que ya existe y que continuará marcando la impronta de las universidades, debe unirse al llamado profundo que nos hace la Iglesia Universal de hacernos cargo de cinco campos temáticos de investigación de un modo integral. A saber: la dignidad de las personas y los derechos humanos; la fraternidad y la cooperación entre las personas e instituciones a través de la construcción permanente del diálogo académico; las tecnologías y la ecología integral para cuidar nuestro planeta y entregar la anhelada calidad de vida a todos; paz y ciudadanía con el propósito de construir una sociedad más fraterna; y establecer la cultura del encuentro con el propósito que las religiones y las expresiones espirituales tengan como centro la persona humana.

La excelencia y la relación con el entorno son los desafíos futuros del sistema de educación superior chileno.  La Pontificia Universidad Católica de Valparaíso lo tiene claro. Así quedó formalizado en la actualización de su Modelo Educativo. Su vocación pública está fuera de discusión, su aporte a la ciudad y a Chile durante décadas muestra el compromiso. Formamos ciudadanos responsables con vocación pública. Es una obra de la Iglesia que comenzó hace más de 93 años de manera sencilla y que, desde el primer momento, tuvo visión de grandeza: servir a Valparaíso y servir a Chile.

Autor

Publicaciones Relacionadas